jueves, 29 de marzo de 2012

Terrorismo pasivo


No quiero irme de éste mundo sin haber hecho mella en él, así que he decidido efectuar pequeños y puntuales actos vandálicos que poco a poco vayan dejando huella.
Empezaré por andar arrastrando los pies y con cara de disfrutar haciéndolo, dejaré de disculparme cuando accidentalmente me choque con alguien ligeramente por la calle.
También he decidido no pulsar el botón de retener las puertas en los ascensores, ni desviar la mirada cuando alguien que se vaya a cruzar conmigo fije su atención en mi persona sin darse cuenta.
Masticaré chicles ruidosamente para después escupirlos delante de algún portal, y haré equilibrios en los bordillos cercanos a colegios para tentar a los niños.
Me llevaré las hojas secas de los parques para que nadie pueda sentir el crujido al pasear las tardes de otoño y me subiré los calcetines hasta que ya no pueda más las mañanas más calurosas de verano.
Prepárate, mundo, porque vas a conocer a un auténtico hijo de puta.

Necesito más fotos a lo supervillano, ésta comienza a cansar

lunes, 26 de marzo de 2012

Un cuento para niñas

Erase una vez, en un mundo donde los peces nadaban por el aire y el mar estaba hecho de cerveza, una princesa que vivía en un palacio de fresas. 

A ésta princesa le encantaban las piruletas, y siempre iba a todos los sitios con una en la mano, las lamia y las relamia, pero dentro de ella había algo que le decía que no estaba satisfecha con todo eso, le faltaba algo.
Así que todo el pueblo, para animar a la princesa, juntó todas las piruletas, los aldeanos privaron de piruletas a sus hijos tan solo por contentarla, las doncellas iban a todas las tiendas del reino a comprar de todos los sabores y colores, pero nada resultaba, la princesa se entristecía  día tras día, al no encontrar una piruleta que consiguiese satisfacerla.

Pero entonces llegó un muchacho al pueblo, no era atlético, ni musculoso, ni parecía un valeroso guerrero, tan sólo un muchacho.  El muchacho era extranjero, así que los aldeanos trataron de robarle las piruletas que pudiese llevar para dárselas a su amada princesa, pero el muchacho siempre lograba escapar.  Así que los aldeanos se calmaron y decidieron contar la triste historia de la princesa.

Tras mucho meditarlo, el joven decidió presentarse ante la princesa, la princesa, con la expresión más triste que pudiese haber existido, pregunto al extraño viajero si tenía una piruleta que pudiese hacerla feliz.
El muchacho no contestó, vació sus bolsillos de piruletas y las pisoteó ante la horrorizada princesa, acto seguido, con un gesto la ordenó callar y levantó su túnica revelando una piruleta bastante mas grande y extraña que todas las del reino.

La princesa se acercó lentamente a la piruleta y la lamió con delicadeza, le gustó tanto que la metió toda en su boca para saborear mejor todo su jugo, después de un buen rato chupando y lamiéndola, miró al joven y le preguntó que si podía quedársela. 

Él le respondió que claro que sí, y que ésa piruleta no se acabaría nunca, pero que se la regalaba con una condición, que viviese para siempre con él, porque llevaba vagando por el reino solo y necesitaba alguien a quien pudiera gustarle su piruleta, así que la princesa, con una sonrisa de oreja a oreja y lamiendo una vez más la piruleta, decidió irse a vivir con el muchacho y su piruleta para siempre, y vivieron felices y comieron perdices, bueno, ella piruletas.

Noto algo extraño en este inocente cuento

lunes, 5 de marzo de 2012

Cuidado con el perro y la muerte de las piñas: The Movie


¿Qué pretenden con éste cartel? ¿Asustar?, pero si el perro es monísimo, dan ganicas de estrujarlo y abrazarlo, como no quieran asustar con adorabilidad...
Aunque también puede ser que lo hayan puesto para engañar a los posibles ladrones, una pequeña broma de muy mal gusto, para que se confíen y entren y dentro haya un perrazo de esos que parecen mas bien osos (ja, ja, Losososonsosos)...
¿Quién sabe a que mente retorcida se le habrá ocurrido poner ese cartel infernal?


¡¡Mirad!! ¡¡Es la muerte de las piñas!!
Esto no tiene nada que ver con lo otro, pero es consecuencia de mi aburrimiento de los lunes en el piso de Elche