lunes, 26 de marzo de 2012

Un cuento para niñas

Erase una vez, en un mundo donde los peces nadaban por el aire y el mar estaba hecho de cerveza, una princesa que vivía en un palacio de fresas. 

A ésta princesa le encantaban las piruletas, y siempre iba a todos los sitios con una en la mano, las lamia y las relamia, pero dentro de ella había algo que le decía que no estaba satisfecha con todo eso, le faltaba algo.
Así que todo el pueblo, para animar a la princesa, juntó todas las piruletas, los aldeanos privaron de piruletas a sus hijos tan solo por contentarla, las doncellas iban a todas las tiendas del reino a comprar de todos los sabores y colores, pero nada resultaba, la princesa se entristecía  día tras día, al no encontrar una piruleta que consiguiese satisfacerla.

Pero entonces llegó un muchacho al pueblo, no era atlético, ni musculoso, ni parecía un valeroso guerrero, tan sólo un muchacho.  El muchacho era extranjero, así que los aldeanos trataron de robarle las piruletas que pudiese llevar para dárselas a su amada princesa, pero el muchacho siempre lograba escapar.  Así que los aldeanos se calmaron y decidieron contar la triste historia de la princesa.

Tras mucho meditarlo, el joven decidió presentarse ante la princesa, la princesa, con la expresión más triste que pudiese haber existido, pregunto al extraño viajero si tenía una piruleta que pudiese hacerla feliz.
El muchacho no contestó, vació sus bolsillos de piruletas y las pisoteó ante la horrorizada princesa, acto seguido, con un gesto la ordenó callar y levantó su túnica revelando una piruleta bastante mas grande y extraña que todas las del reino.

La princesa se acercó lentamente a la piruleta y la lamió con delicadeza, le gustó tanto que la metió toda en su boca para saborear mejor todo su jugo, después de un buen rato chupando y lamiéndola, miró al joven y le preguntó que si podía quedársela. 

Él le respondió que claro que sí, y que ésa piruleta no se acabaría nunca, pero que se la regalaba con una condición, que viviese para siempre con él, porque llevaba vagando por el reino solo y necesitaba alguien a quien pudiera gustarle su piruleta, así que la princesa, con una sonrisa de oreja a oreja y lamiendo una vez más la piruleta, decidió irse a vivir con el muchacho y su piruleta para siempre, y vivieron felices y comieron perdices, bueno, ella piruletas.

Noto algo extraño en este inocente cuento

3 comentarios:

  1. Muy bien amigo!!! me gusta!! no me imaginaba que le pondría esa condición XD

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  2. ¿Erotico porque? (Cara de con sonrisa de estúpido que no se entera)

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